lunes, 25 de febrero de 2008

Curri Vitae

Gustavo Mac Lennan (65)
4813 0585

Representantes:
En Lima: Gian Franco Ormezzano: 9856 3441
Camila Mac Lennan: 279 1201
En Buenos Aires: Jorge Gómez & Asoc.: 4854 2055

Santa Fe 1442 – Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
CE N48382
DNI 4389406
gusmac@iplanhome.com.ar
Sindicato de Actores del Perú (hoy SAIP)#345 (1980)
Locutor profesional M 318 –Asociación de Locutores del Perú (1978)
Socio Asociación Argentina de Actores # 14935 (1993)
Doblador de voces # 14935/3 (1994)


TEATRO.
(de 1962 a la fecha, representa 86 obras)
(Primeros trabajos)
Argentina.
1962. El aniversario, El oso. A. Chejov. Circuitos barriales.
1965. No hay piedad para Hamlet. Mario Trejo-Alberto Vanasco. Teatro del Altillo –Premio Revista Teatro XX. Direc.: Alberto Cousté
1966. Artaud 66, una antología del Teatro de la Crueldad: AC
Los Cenci, A. Artaud
Severa vigilancia, J. Genet
Hamlet, Ch. Marowitz. Instituto Di Tella.
Perú.
1966. El mueble J.Teardieu. AC
El retintineante tintinear. N.F. Simpson. AC
1967. Luv, Murray Schisgall AC
Leonce y Lena, G.Büchner. 1er. Festival de Teatro de Vanguardia, Lima. Ricardo Rodriguez Muñoz
Francia.
1968. Trilce y España, aparta de mí este cáliz, César Vallejo. Raúl Galli
Argentina.
1970. El pullover, creación colectiva. Teatro callejero. MCBA.

Lima, Perú.
1992. Vidas privadas, Noel Coward, con Oswaldo Cattone. Coprotg. OC
1992. Aprobado en castidad, Luis Peñafiel, con Lola Vilar. T. Montecarlo. LT
1991. Chismes, N.Simons. Coprotag. Direcc: Oswaldo Cattone. Teatro Marsano. OC
1990. No te tires del balcón, Julieta. Coprotag. Teatro Canout. CT
1990. Así bailaron, musical danza-teatro. Protag . Teatro Canout. CC
1989. La pernacchia, Darío Fo. Direcc. Sergio Arrau. Protag. Teatro Canout. SA
1987. Hello Dolly, Thorton Wilder, con Lola Vilar. Coprotg. T. Montecarlo.JV
1986. Quién es quién, con Anita Martinez. Coprotg. Real Teatro.
1985. Flor de cactus, Abe Burrows, con Linda Guzmán. Coprotg. Real Teatro.
1984. Siempre hay una segunda vez, con Gloria María Ureta. Coprtg.
1983. Tal para cual, Alfonso Paso, con R. Alcóver. Coprotg. T. Montecarlo.
1983. Nacida ayer, Garson Kanin, con G.M. Ureta. Coprotg. T. Montecarlo.
1982. 40 Kilates, Barrilet y Gredy, con G.M.Ureta. Coprotg. T. Montecarlo.
1981. La libélula, con Regina Alcóver. Coprotagónico. Teatro Montecarlo.

Argentina.
1996. Masada, A.Pérez Pardella. Teatro Fray Mocho. C.C. Recoleta.
1997. Ilusiones del viejo y la vieja, Juan Villalba. T. Fray Mocho.
Los Mirasoles, J. Sánchez Gardel. T. Fray Mocho. C Cultural Adrogué.
Homenaje al Circo Criollo, Direcc: D. Pérez Guerrero.
El debut de la piba, Roberto Lino Cayol.
Entre bueyes no hay cornadas, José Gónzalez Castillo.
Teatro Fray Mocho, Centro Cultural del Sur. Centro Cultural Recoleta.
1998. La ley de Wimpy, D.Pérez Guerrero, Actor’s Studio.
1999. “ “ Teatro “El Vitral”.
Los patriotas acreedores, de V. Gardief, Centro Cultural del Sur GCBA.
2000/01 Tobogán, una historia de caída, de Daniel Valenzuela, Teatro “El Vitral”.
2005 Cuando te mueras del todo, Chacarerean Teatre, direc.: Lía Jelin
2006/2007. Espacio vital. Teatro La Tertulia-CCRojas. Direc.: Martín Tufró.

TELEVISION.
Lima, Perú.
1991. Velo negro,velo blanco, (TN), reparto.
1990. Tardes de cine, (C11). Conductor.
1987. Hombre de ley, (S), protag. “ “ “
1986. Los Pérez Gil (S)
1986. Gamboa, (MS)(TN), coprotag. Direcc: Luis Llosa
1985. En familia,(TN), Protag. Direcc: Rodolfo Ledo.
1984. Carmín, (TN). Coprotag.Direcc: Luis Llosa.
1983. Matrimonios y algo más, (S) Protag.
1982. La pensión, coprotag. (MS)
1981. Todo un hombre, M. Unamuno. Protagónico (MS)
Argentina.
1993. Primer Amor, (TN).
Uno más uno, (S)
Casi nada, casi todo, (TN)
Diosas y Reinas, (S)
Tal para cual, (S)
1994. Déjate querer, (TN)
Montaña Rusa, (TN)
El amor tiene cara de mujer, (TN)
Cara bonita, (TN)
La estación de Landriscina, (C)
1995. Con alma de tango, (TN)
Sin condena: Evita (S)
Poliladrón, (S)
Mujercitas, (TN)
1996. Dibu (CS)
2004. Simuladores (S)
2005. Amor en custodia (TN)
El patrón de la vereda (TN)
Amor Mío (S), Argent., México.
Floricienta (TN)
Hombres de honor (TN)
2006 Algo habrán hecho (MS)
Alma Pirata (TN)
CINE. (Perú)
1979. Abisa a los compañeros, (LM) Direcc: Felipe Degregori. Protagónico.
1987. Misión en los Andes, (LM), Direcc: Luis Llosa. Reparto.
1983/1992. Participación en 22 cortometrajes.
(Argentina)
2004. Ay, Juancito, direcc. Héctor Olivera. Reparto
2006. El pasado, direcc. Héctor Babenco. Reparto
1993/2006. Participación en 15 cortometrajes.
OTROS.
1981. Doblador de voces. En Argentina desde 1993, autorizado por AAA.
1983. Locutor profesional (Lima, Perú).
RADIO
1980. Radio Stéreo Lima 100 FM – Conducción (Lima, Perú).
1996. Media Tierra, RadioActiva 106.3 FM – Conducción (Arg.).
1998. Media Tierra, La Región 92.5 FM – Conducción.
2002. El tranvía de las 23. Radio Esmeralda AM850. Conducción (al aire).
2005. Mano a mano Radio Libre FM99.3
Con todo al aire Radio Espacio Buenos Aires FM89.7 y FM102.7.
2006/2007: Radio de la RNMA –Red Nacional de Medios Alternativos.

3. Formación profesional.
1987/1989. Teatro de Bertold Bretch, Peter Fröster, Lima. (RDA).
1970. Lee Strassberg en Buenos Aires, TMGSM.
1964. Miembro fundador del grupo: Teatro de la Peste.
1963/66. Alberto Cousté.
1963. Maquillaje: César de Combi.
1962/63. Carlos Gandolfo.
1962. Mimo: Norman Brisky.
1962. Iluminación teatral: Lorenzo Tabernero.
1962. Expresión corporal: Otto Bemberg.
1960/61. Oscar Fessler, ITUBA.
1959/60. Augusto Fernandes.

5. Premios, distinciones y/o menciones.
1987. Premio CIRCE, Mejor Actor de Teatro
1990. Premio CIRCE (Círculo de Cronistas del Espectáculo), Mejor Actor de Teatro, Lima-Perú.
1990. Premio DIANA (Círculo de Críticos de Teatro), Mejor Actor de Reparto, Perú.
1979/1992: 9 nominaciones personales, 6 nominaciones grupales.
1964. Premio Mención Especial Revista Teatro XX, No hay piedad para Hamlet.

sábado, 23 de febrero de 2008

Políticas culturales

La segunda lección de Kathinka
Instituto Goethe (9/8/2001)

La primera fue en octubre del año pasado, en ese mismo lugar, y el tema: Políticas Culturales. Hoy era otro: Industrias Culturales. Éramos unas ochenta personas (y algunos pocos personajes). Por decir lo menos, lo de Dittrich* fue brillante. Hizo un relato pormenorizado de cómo se estructura esta actividad, no sólo en su Alemania natal, sino en la nueva Unión Europea (toda Europa menos Suiza). Y lo hizo siguiendo a pie juntillas dos de sus consignas: a) pensar globalmente y actuar localmente, y b) los políticos sólo entienden con cifras contundentes, estadísticas al día y sistemas bien diseñados. Su intervención de poco más de cincuenta minutos versó no sólo sobre los logros en la pequeña ciudad de Colonia, sino en toda Alemania y se extendió a esa instancia tan poco comprensible para nosotros, el supra Estado multieuropeo. Definió en pocas palabras al enemigo más peligroso: Estados Unidos. Es más, a la hora de la ronda de preguntas con el público, le señaló a la representante yanqui los defectos y puntos flojos que tiene el sistema norteamericano hoy día con respecto a la educación y la cultura. No es fácil hacer esto en un contexto como el nuestro deslumbrado por lo que nos impone Estados Unidos: relaciones carnales y paridad (¿¿??) peso/dólar incluidos. Tuvo la gentileza de escuchar los dislates que contó la representante de la Unidad de Cuentas Nacionales (que elabora el PBI argentino) y que intenta hacer desde el gobierno una investigación sobre el comportamiento de los actores culturales, y que confesó que no sólo los organismos privados la miran con recelo pensando que es una pesquisa tributaria, sino que los propios estamentos del Estado le niegan y ocultan cualquier información. Pero así y todo nos brindó, traducción de por medio, una variada visión de las Industrias Culturales, del otro lado del charco. Las definió, las agrupó, las delineó, hizo ácidas críticas y lanzó algunas propuestas —como la de la creación de una Feria de los Medios—, propuesta que tomo ya para aplicarla en el marco del Mercosur en su intento de integrar al Perú en este rincón del planeta. Señaló que la economía de la cultura tenía tres patas que interactúan entre sí: 1) los artistas, 2) el público, y 3)los intermediadores. Cada una de ellas necesita una atención adecuada, y en cada una de ellas el Estado puede y debe intervenir para facilitar, para regular, para normar. No sólo los Estados nacionales, sino también ese supra Estado que es la Unión Europea, donde golpean la puerta cada municipio, cada ciudad y pueblito, invocando que se respeten tradiciones, religiones, diferencias, hábitos y representatividades. En todo momento señaló que no se trata de exportar ni importar experiencias ajenas, sino de desarrollar las propias desde el consenso, pero siendo audaces en las propuestas y, algunas veces, hasta algo locos. Qué hace el Estado en todo esto, desde la biblioteca municipal hasta las giras internacionales, es la llave. Cómo hay que involucrar a los políticos, facilitar a la actividad privada, apoyar las demandas de los receptores y satisfacer la de los hacedores. Breve, sencillo, detallado y en sólo 50 minutos. Por eso digo que la segunda lección de Kathinka fue brillante. Gracias, señora.
Levanté la mano para decir algunas cosas, pero el tiempo nos ganó y hubo que irse. Me referiré a dos cosas. 1) lo que le insinué al otro orador, Bayardo, de la UNGSM, y 2) la intervención (toda una confesión de incapacidad) del responsable de Industrias Culturales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ricardo Manetti.
Lo de Bayardo me sorprendió, me desconcertó por provenir de un universitario. No sólo hizo algunas temerarias afirmaciones —a mi juicio incorrectas—, sino que mostró una enorme incapacidad para la autocrítica. Aclaro. dijo, por ejemplo, que recién ahora el Estado estaba tomando conciencia de la importancia que tienen los eventos culturales. Se olvida Bayardo que el Teatro General San Martín fue diseñado y construido en el principio de los años sesenta. Que mucho antes de eso, y con fuerte intervención estatal y municipal, se construyeron salas como El Círculo de Rosario, el Verdi de Cañada de Gómez, Unione & Benevolenza o el 25 de Mayo (en Villa Urquiza) de la Capital Federal, el Roma de Avellaneda, el Argentino de La Plata o el San Martín de Córdoba, donde actuaron, bailaron, tocaron y cantaron figuras como Caruso, Squipa, la Duse, la Bernhardt, Gardel y muchos más. En alguna de sus butacas estuvieron sentados Einstein, Pío XII, la Infanta Isabel, Joseph Broz “Tito”, Gombrowicz y Roger Caillois, amigo de Victoria Ocampo. No, no es cierto que las autoridades de ahora se estén dando cuenta. Más bien no se dan cuenta de nada y siguen la política de mirar siempre para otro lado. Recordemos que fueron secretarios de Cultura (con rango de ministros y jubilaciones de privilegio ídem) ya en la época de la democracia nombres como Carlos Gorostiza, dramaturgo; Marcos Aguinis, multipremiado literato; Mario “Pacho O’Donnell, cotizado psicoanalista y pintor y ahora devenido escritor histórico (bajo su venia se promulgo la Ley 24800 Nacional del Teatro).
El problema, Bayardo, no es la plata, ni los funcionarios, ni siquiera los políticos. El problema es que nadie quiere hacerse cargo. De nada. Por ejemplo, ustedes, los universitarios, han abandonado la Cultura con la excusa del recorte de presupuestos (que es serio e importante, no hay duda). Pero las universidades se olvidan de que, en 1952, Galina Tolmacheva creó la única carrera oficial con título de actor en la Universidad de Mendoza (Cuyo). O que hasta entrados los setenta, donde hoy está el Hospital de Clínicas —que depende de la UBA—, estaba el ITUBA, Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires dirigido por Oscar Fessler, alumno de Tóporkov el mejor discípulo de Stanislavsky.
¿No es acaso el Centro Cultural Rojas de la UBA? ¿No fue su administrador artístico durante años el ex secretario de Cultura de la Ciudad —y hoy de la Nación— el movilero de Utilísima, Darío Lopérfido? ¿No llevó él a Ricardo Manetti al local del ex diario La Prensa (hoy Casa de la Cultura de la Ciudad) a trabajar? ¿No dijo Jorge Telerman que seguiría los pasos (los de Lopérfido) al pie de la letra? Yo lo escuché. En Canal 7 (ex ATC), cuando fundó el INDAC (Instituto Nacional de Acción Cultural) el año pasado. ¿De verdad piensa Bayardo que la responsabilidad es del Estado o de alguno de sus funcionarios? ¿No se tragó ese Estado ya a Osvaldo Dragún, a J. C. Gené, a Sergio Renán, regurgitó a Kive Staiff varias veces, hipó a Luis Brandoni (diputado nacional), a Onofre Lovero, a Rubens Correa, a Lito Cruz?
¿Y la Universidad, qué? ¿No es acaso su ámbito el de la investigación? ¿Qué esperan los universitarios para hacer las investigaciones que reclaman? ¿Quién mejor que ellos para relevar al país y su Cultura de arriba abajo, de la A a la Z? ¿Quién puede ser más confiable que los universitarios para comparar datos, armar estadísticas veraces, datos válidos con los que enfrentar a los políticos y a las Políticas? Ése es el desafío, Bayardo. Ésa es la deuda que tiene pendiente la Universidad y los universitarios. Sólo ellos tienen la gente, los medios y, sobre todo, la inteligencia. Son los únicos. No hay otros. Ojalá puedan darse cuenta rápido. Esto no es una queja ni una pase de facturas. Es, apenas, una propuesta. Una simple propuesta.
El otro punto es la desafortunada intervención del representante oficial de las Industrias Culturales de la Ciudad. ¡Qué horror! Al comienzo sentí vergüenza ajena. Después, con los minutos, comprendí. Manetti no estaba cuestionando a Dittrich porque ella habló de un pequeño pueblo perdido en la campiña alemana, donde, con mucho presupuesto, sus pocos habitantes después de cincuenta años de gozosa democracia jugaban, mientras bebían cerveza y comían chucrut, al viejo juego de los ricos y los gordos de la cultura. No, no estaba haciendo eso. Estaba confesando que ni él ni nadie puede con esta indomable Buenos Aires de tres y medio millones de habitantes y otros ocho millones que desembarcan en ella cada día. ¿Qué pueden hacer en Cultura con los apenas 154 millones de pesos (y no 132 millones de pesos, como dijo Massuh) de presupuesto para 2001? ¿Alguien supone que con el cuatro por ciento del presupuesto de la Ciudad se puede saciar ese hambre de voraz Cultura que tiene? ¿Y la policulturalidad? ¿Y los cien barrios porteños? ¿Y el Plan Urbano Ambiental 2000? ¿Y la competitividad que prenunció Cavallo y quiere aplicar ese otro de apellido germano, Telerman? ¡Qué horror! Estábamos presenciando un acto de humillación. Con cada palabra de exégesis, el funcionario se flagelaba como con alambre de púas, allí, delante nuestro (perdón, atrás, porque se sentó atrás y se fue rápido cuando Massuh lo increpó sobre la “subestimación”). Sólo mostraba su incapacidad. Pero no la personal, sino la del discurso oficial de estos yuppies, que aprendieron tres palabras en algún cursillo por e-mail de Harvard: mercado, rating, megashows. Era penoso escucharlo. Menos mal que mis oídos llevan varios años de entrenamiento en lides con ellos. Pero deben haber lastimado los de varios de los jóvenes que estaban allí presentes. ¡Qué capacidad tienen nuestros funcionarios para hacernos quedar mal, siempre! ¿Sabrá Manetti que la inversión total en cultura en la Argentina está cerca de los setecientos millones, y que apenas el quince por ciento de esa cifra llega a sus legítimos destinatarios? ¿Qué el otro ochenta y cinco por ciento se disuelve en burocracia y corrupción? ¿Qué la Secretaría de Cultura de la Nación (ésa donde ayer hubo un piquete en su puerta de la avenida Alvear y Rodríguez Peña contra el ajuste) sólo puede rendir cuentas de sesenta y cinco millones de pesos por año y no sabe todavía hoy cuánto se destina en cada una de las veintitrés provincias restantes? ¿Sabe el funcionario responsable de las Industrias Culturales que debió suspenderse el Concierto de piano Nº 4, de Rachmaninov, que figuraba en el programa junto con la Orquesta Sinfónica Nacional el 27 de julio pasado., y que con la solista Elsa Púppulo debieron improvisar otro de Mozart porque la Secretaría de Cultura tenía impaga a la editorial que facilita las partituras (veáse carta de lectores de La Nación, “Músicos solidarios”, del 9/8/2001)? ¿Sabe también que la función de abono de antes de ayer en el Teatro Colón también tuvo su “piquete” a la salida (veáse Sección Espectáculos del mismo día y diario)? ¿Contó los múltiples “abrazos solidarios” en rechazo a la falta de soluciones del gobierno local y nacional que dan casi todos los días bailarines, músicos, cantantes, técnicos y administrativos del primer coliseo de la ciudad? ¿De qué se ufana el mequetrefe?
Perdón, señora. Y muchas gracias por estas dos lecciones.
Atentamente,
Gustavo Mac Lennan
telf: 4813 0585 perrilete@yahoo.com gustavomaclennan@hotmail.com

Kathinka Dittrich van Weringh se doctoró en la Universidad de Amsterdam sobre "El cine de los Países Bajos en los años 30 y la Emigración Alemana", Historia de la producción cinematográfica de los años 20 (1987). Ex secretaria de Cultura de la Ciudad de Colonia, Alemania. Ex directora general de programación del Goehte-Institut (Sede Central). Directora Fundadora del Goethe-Institut de Moscú; Governour of the European Cultural Foundation, Amsterdam; Member of its Executive Committee; Medmber of the Executive Committee of the Fund for Eastern and Central European Book Projects, Amsterdam; Premio Aleksandr Men 1995 (que se otorga a aquellas personalidades que se distinguen por abrir y profundizar el diálogo entre Rusia y Alemania). Numerosas publicaciones y conferencias en Sidney, Amsterdam, Hong Kong, Colonia, Buenos Aires, Londres, Barcelona, sobre temas de gestión cultural: « Sólo quien piensa de manera global, pero actúa de manera local, puede tomar parte activa en el diálogo cultural internacional».
*

La FORA, los gatos y Bernardino Rivadavia

1º de Mayo de 2004
(para 4ª Cobertura, de GMcL)

La FORA , los gatos y Bernardino Rivadavia

Los gatos tienen razón. Son anarcos, muy independientes, viven en bandas, no respetan rejas, monumentos ni celebraciones. Se sientan horas y miran a los peatones de la Plaza Once, con indiferencia. Son negros, grises, marrones, blanquinegros, todos de grande ojos y bigotes. Una notable comedia musical, “Cats” (Gatos), con más de 20 años con localidades agotadas, los representó hasta en su subida al Cielo, eligiendo a las más viejita, excluida y pobre de entre ellos, para elevarse en la mano de Dios.
Aquí, en plaza Miserere, reinan detrás del enrejado que custodia al villano cuyo nombre ondea en la avenida más larga del mundo. Y junto a ese enorme catafalco de duro cemento gris cagado por millones de palomas a través del tiempo, la FORA (La Federación Obrera Regional Argentina), la Organización Obrera anarquista de la Argentina, la más antigua y representativa, hacía su acto en conmemoración del 1º de Mayo, ese día siniestro de la masacre y linchamiento de los cuatro obreros anarquistas de Chicago, en 1886: Albert R. Parsons, Michel Schawb, A. Spies, Adolf Fischer (y Louis Lingg, quien prefirió quitarse la vida él mismo antes de ser asesinado por la autoridad).
Fue el único acto que no estuvo en la lista de los muchos y dispersos que se hicieron este sábado, frío y soleado. Mi compañero Aldo, de Cine Insurgente, me llamó temprano para preguntarme si sabía la hora del encuentro y le dije que no, en ninguna de las muchas páginas virtuales figuraba lo de plaza Once. Calculé que debía ser a eso de las tres de la tarde, hora de los demás actos. Y a las dos y media estaba en la terminal del FFCC Sarmiento, en la plaza de las bailantas cuarteteras, en el vértice sur del ex barrio de los judíos y hoy copado por coreanos, en esa plaza inmensa donde el francés Liniers acampó antes de cercar a los ingleses y derrotarlos dos siglos antes.
Un sábado, después del mediodía, plaza Once, es un mosaico de mendigos, excluidos, desocupados, viajeros, despistados, gatos, putas, caficios, muchachas que trabajan en las casas y que se reúnen para charlar y chismear sobre sus patronas y su mal gusto, transeúntes, madres pobres con sus pobres hijos tratando de poner algo de alegría en los tristes juegos que colgó Ibarra, y una multitud de habladores que, a veces con una Biblia en una mano y un megáfono en la otra, prenuncian un Apocalipsis que ya llegó, y nos arrastra irremediablemente al purgatorio, al infierno (que está ahí muy cerca, junto a las recovas de la primera cuadra de Av. Pueyrredón, en los pozos que hace el inmisericorde jefe de Gobierno para enterrarnos a todos cualquier día de estos).
Busqué afanosamente alguno de los afiches que seguro la FORAS había pegado días antes: efectivamente, el acto era a las 16 hs., así que tuve le tiempo suficiente para recorrer esas dos manzanas de mucho cemento y poco pasto, sentarme en las frías bancas de piedra, y escuchar y hablar con los viejos. Varios de ellos viven en pensiones y geriátricos, otros se escapan de sus casas y van a jugar al ajedrez, los dados, el dominó, o a seguir viviendo. Hablan de sus memorias, de sus mujeres, de las mujeres de los otros, de lo que vengan. Hablan por si sus palabras e historias puedan quedar registradas en algún lado de tanto repetirlas. También le hablan al viento, al frío, al aire, a la desesperación. Pero no se callan nada, hablan todo todo el tiempo. Se toman el pelo (ése que ya no tienen) entre ellos mismos y ríen a boca abierta y sin dientes ni prejuicios. Son jubilados de muchas actividades y copan una parte de la plaza. Las putas de plaza Miserere (Dios las coja en su seno), no están entre las más vistosas, bellas o jóvenes. No. Son putas descuajeringadas. No esperan a los hombres, van en parejas, tomadas del brazo y se pasean por toda la plaza invitando sin discriminación a cualquiera de cualquier especie: hombre, mujer, perro, planta, gato, paloma o poste. Es absolutamente democrático, transversal y socialitario. Para todos, y ya. Todo por cinco pesos (de base).
Los habladores cobran más barato, muchas veces, nada. También están los vendedores ambulantes y algunos artesanos. Pero este 1º de Mayo, los anarquistas y sus cómplices y seguidores (como yo), se habían citado una vez más, como desde hace 103 años para batallar contra el Estado, los partidos, las iglesias, los sindicatos, las elecciones, la religión, la política de los políticos, y todas esas pestes organizativas que corroen el espíritu libertario desde Bakunin para adelante, hoy incluido.
Claro que el acto no empezó a las 16 hs. Desde antes de las tres de la tarde un numeroso público rondaba el monumento a Bernardino. Los gatos, tras las rejas, miraban con recelo; no era la primera vez en cien años que la gente se reunía en plaza Once para algo. Y casi siempre terminaba con gases o palos o corridas que tenían como víctimas finales, a los pobres gatos. Por algo tienen siete vidas, y botas de siete leguas. La FORA, los gatos y Rivadavia saben de este desde hace muchos años. Los corren y recorren por todos lados.
Así que a eso de las tres y veinte, unos muchachones corpulentos de cabeza rapada y abrigos negros, comenzaron a bajar de una camioneta con altavoces, micrófono, mesas y caballetes, banderas negras, palos y esas cosas de los anarquistas. Junto a ellos, varias jovencitas con el ombligo al aire y muy bellas, con rulitos y trenzas de colores, seguro que también bastante anarquistas ellas.
Los anarquistas, más que conocernos nos reconocemos; vestimos raros, o somos muy jóvenes o muy viejos. Los de edad mediana, visten absolutamente de negro, cuero y plata, además de mochilas negras, muy negras como trenzas y anteojos y zapatillas. No es común, en Buenos Aires, ver desplegadas banderas negras sin ninguna otra cosa ni inscripción. Eso me llamó la atención en 1968, en París y también en mayo. Las banderas negras. Como me llamó la atención los grupos de jóvenes con cadenas y pantalones bermudas, cortes punk, remeras y camperas con tachas, casi tribales, acercándose desde los costados del mausoleo de Rivadavia y los gatos, al acto de FORA.
Todos éramos lo mismo. Estábamos para eso, para escuchar a los viejos miembros anarquistas decir cómo el Estado tiene la culpa de todo. Y tienen razón. El Estado éste es una calamidad. Se presta fácil para que lo culpen. Un púlpito y una banderola entre dos árboles hacían la escenografía anarca. En mesas a los costados, los muchachos y las chicas desplegaban diarios, CD, libros y folletos. Elegí seis: “Organización Obrera”, órgano de la FORA-AIT, Nueva Época, foracf@ubbi.com , dice de sí misma: el movimiento obrero de la FORA tiene como principios: La libertad, La acción directa, El Comunismo Anárquico. La FORA es Anti-estatal, Antipolítico, Antidogmática. Recibe publicaciones de RIVISTA A; CENERENTOLA; AUTONOMIA; SEMME ANARCHICO;
FRENTE RENOVADOR FERROVIARIO; SICILIA LIBERTARIA; EN LUCHA; ACCAO DIRECTA; BICEL; COMUNISMO; LA PROTESTA; LE COMBAT SINDICALISTE; TIERRA Y LIBERTAD; DIRECT ACTION; VOLAR LO ESTABLECIDO. También, cinco fascículos: “Los anarquistas, quiénes somos, lo que queremos, nuestra revolución”, de Sebastián Faure (1858-1942); “Sobre el gremialismo, las ideas anarquistas en la organización de los trabajadores”, de autores varios; “El mito del partido, símbolo de la esclavitud moderna”, artículo publicado en la revista ácrata “RUTA” y reeditado por la Sociedad de Resistencia Obreros de Oficios Varios; “Religión y Política” de Mauro Mario; “En tiempo de elecciones” de Enrique Malatesta, que juro voy a leer con cuidado, dedicación y esmero los próximos meses.
Hasta aquí una breve descripción del acto que comenzó pasadas las cinco en punto de la tarde, como diría Lorca en su enorme elegía al torero Ignacio Sánchez Mejía.
Pero en mi recorrida, lo que más me sorprendió, fueron dos colas que se iban formando junto a los anarquistas de la FORA, los gatos y el ataúd rivadaviano. Estaban conformadas una, por hombres y la otra por mujeres. Por un momento pensé lo peor: ¿no serían los oradores anotados para disertar en el acto de la FORA? Eran demasiados y estaban perfectamente alineados: los hombres unos 120, las mujeres 50, algunas con chicos en sus brazos. No. No podían ser oradores. Entonces, ¿qué esperaban en esas dos perfectas formaciones, casi como escolares? ¿Un viaje? ¿Los vendrían a buscar para sacarlos de la plaza, esconderlos de las visitas protocolares oficiales? ¿Acaso un viaje espacial a bordo de platillos tripulados por marcianos? ¿Qué eran esas dos extrañas colas, en medio del frío, esa densa tarde de un 1º de Mayo de 2004, en el acto de la FORA, en la plaza de los gatos y donde está enterrado el autor de la Ley de Enfiteusis, el entregador de los bienes argentinos a la banca inglesa, el unitario que enfrentó a Rosas junto a los “Hombres de Casaca Negra”, don Bernardino Avenida Rivadavia?
De pronto, a las cinco en punto lorquianas de la tarde, desembarcaron en correcta e impecable formación de una camioneta Van, 32 coreanos y coreanas de civil. Parecía un sincronizado golpe de estado. Ellos con el pelo bien cortado; ellas con colas de caballo. Traían un equipo de última generación de sonido, parlantes y varios micrófonos; además cuatro grande mesas circulares de plástico, seis bidones verdes de diez litros cada uno, todos último modelo y recién comprados, más unas cuatro o cinco bolsas de papel muy grandes y cuidadosamente cerradas. ¡Sonamos, dije! Nadie esperaba un desembarco coreano para tomar el país un 1º de Mayo, y menos en plaza Once. Era la jugada perfecta. Lo único que faltaba para espantar al pingüino de la Rosada. Un punch coreano, liderando a los indigentes porteños. Estamos fritos, pensé.
Todos los coreanos y coreanas vestían de gris oscuro. Ésta, iba a ser una revolución fría y gris oscura. Coreana. Mmmmm. No creo que me iba a gustar.
Pero no. Otra vez la realidad superaba a la ficción. No eran coreanos golpistas. Con pocas señas se llevaron a la mitad de los asistentes del acto de la FORA, a los gatos y casi levantan de su largo sueño a Bernardino, para ir del otro lado del monumento gris.
Eran miembros de la Asociación Civil Iglesia Presbiteriana Chuang-Hua (que quiere decir Iglesia Central), y que venían a repartir tres cosas: té caliente, un sándwich y canciones. Lo hacen todos los sábados a las cinco de la tarde (¿ves, Lorca, que no todo está perdido?). Los demás días van otras organizaciones a darles de comer a los mendigos. Al menos eso dicen los coreanos. “Nadie hay como tú, tú lo sabes todo, lo das todo, nadie hay como tú”, cantaban los solistas coreanos, mientras el coro coreano coreaba y hacía mímica con las manos y con todo el cuerpo, invitando a los coleros a que los imiten y repitan las estrofas (ellos que sólo esperaban el té caliente y el sándwich lo más rápido posible). “Brota en mí, brota en mí, tu amor siempre brota en mí”, cantaba el solista acompañado por más de quince coreutas. Y yo repetía para mis adentros… “brota en él, sólo en él…” ¡zaz!, se brotó el coreano. Es más, estamos todos brotados, en este acto surrealista, dadaísta, nadaísta, anarquista, de la FORA, los gatos y el maldito Rivadavia, que vendió las tierras de los pobres a los ricos y al país de los argentinos a los ingleses, allá por los años treinta del siglo diecinueve.
Repartieron números, para que nadie se quede sin su té y su sándwich, rezaron junto a los panes y las bebidas, brindaron sonrisas y promesas de un mundo mejor como en las mejores épocas de los peronistas. Pero no eran peronistas. Eran sólo coreanos y cristianos. Los peronistas, este 1º de Mayo estaban de fiesta. Cantaban a coro la marcha del trabajo que popularizó Hugo del Carril: “Hoy es el día del Trabajo, unidos por el amor de Dios, al pie de la bandera sacrosanta, juremos defenderla con honor”. Fiesta de no sé qué, con una desocupación que abrocha a más de la mitad del país, durante gobiernos peronistas. Pero así es mi país, insólito, sorprendente, anarco.
El sol caía, se desplomaba sobre la tarde y decidí ir a buscar a mis amigos del FODEMA que estaban cubriendo varios de estos actos barriales, fuera del principal en Plaza de Mayo. Cuando bajé del subte en la estación Perú y salí a la avenida, olí los choripanes a más de sesenta metros de distancia, escuché los bombos, los redoblantes, las bombas de estruendo, las banderolas y las palomas de la plaza revoloteando sin saber dónde bajar. Caminé unos metros y un hombre vestido con una toga blanca, al que le colgaban grandes tiras de cartón también de ese color, me interceptó, dándome un pequeño volantito. Lo abrí; decía: “El plan de Dios”. Estaba hecho. Este 1º de Mayo había sido toda una revelación. La anarquía había llegado en su totalidad. Me fui a casa. El día, para mí, había terminado.

Gustavo Mac Lennan
Periodista el FODEMA
Foro de Medios Alternativos
1º de Mayo de 2004
4ª Cobertura

Algunas políticas

Distintos trozos de un mismo espejo (GMcL, 21/7/2003)

A veces, nos parece que otros vientos, otros aires soplan. Que es posible hacer cambios, cuando, por ejemplo, otros cambian. Y, si bien, el gobierno es el mismo del mismo Toledo, Solari no es Merino, aunque Silva Ruete no haya cambiado. En otras palabras, o nos dejamos llevar por el pesimismo de que nada es posible, o abrimos las puertas a esta nueva, o al menos renova-dora posibilidad de creer en algún cambio.
Sin embargo, no debemos ser ingenuos. No van a dar el gusto de hacer lo que les pedimos. Estos gobernantes, se llamen Merino, Kirschner o como quieran decirles, trabajan con el mis-mo manual de operaciones. No depende de sus cualidades y calidades humanas y personales lo que hagan. Depende, sí, de las instrucciones que deban cumplir, según sus pertenencias y verdaderos jefes.
Y en esto sí son consecuentes; sólo van a aprobar aquello que les convenga a sus mandantes.
Sólo van dejar pasar aquello que no les produzca ningún daño a sus intereses (de clase y de dinero). No basta con querer ser rico (o pobre). No es un problema sólo de dinero. Es mucho más complejo.
Los que tienen hoy el gobierno, aquí, allá, y en todas partes, han decidido que sólo una sexta parte de la Humanidad va a formar (y recibir) los beneficios de este mundo globalizado. Las otras cinco partes van a ser excluidos. Siéntense con un lápiz y papel (y un mapa del mundo) a la mano, hagan sus cuentas, marquen el mapa y verán dónde estamos y qué lugar nos han reservado en esta Hoja de Ruta, que Toledos, Merinos, Kirchner, o cómo quiera que se llamen (por ejemplo G. D. Parker-Schultz, Arbulú, o esos asesores que en el Ejecutivo o en el Congreso han vetado la Ley del Artista, la de protección a la Cultura, etc.), nos van llevando.
Así es que, aunque nos muestren el trozo de espejo, distinto a cada uno, la imagen total es la misma.
Todo este prologazo para hacerles, a mis compañeros artistas y trabajadores del arte, algunas sugerencias.
Sugerencia 1: Debemos lograr que se saque de la OMC (Organización Mundial de Comercio) toda discusión sobre Educación y Cultura. Es decir, debemos preguntar a nuestros ministros, embajadores, congresistas y representantes, qué están aprobando, defendiendo y firmando a nombre nuestro en esas organizaciones. No es el ámbito la OMC para trazar planes sobre Educación y Cultura. Por ejemplo, allí se estableció que para estudiar hay que pagar y deteriorar la educación pública y gratuita. Que sólo se va a subsidiar la enseñanza privada y arancelada. Y en los espectáculos, sólo se ayudará a los megaeventos (por ejemplo las Glorias Stefan que podrán, si quieren, hacer video-clips en Macchu Picchu, sin pagar como artistas extranjeros) o los que puedan presentarse en el Shopping Jockey Plaza, pero no a los titiriteros de Chumbivilcas.
Sugerencia 2: Ojo con el término "Industrias Culturales". Esto sólo define a tres actividades: la música (en realidad la industria del disco, el CD (en manos de la multinacional SONY); los libros (en realidad la industria editorial, hoy en manos en tres megagrupos: 1. la española Grupo Santillana, Alfaguara, Taurus; 2. la alemana Grupo Bertelsmann; 3. la colombiana Grupo Editorial Norma, a los que hay que agregarle el Grupo Planeta, la francesa Grupo Larousse y la red mundial de librerías del Grupo Yenny, entre otras. Y por último la industria audiovisual: el cine (que sólo considera industria a los países que producen al menos 100 películas por año; ej.: Perú 5; Argentina 18; EEUU 786; la India 1140) y la TV y los videos. Como todos sabemos, nuestra música (y nuestros buenos músicos) son prácticamente ignorados por las autoridades. Los libros que el Estado promociona son sólo los de las universidades (privadas); las editoria-les locales pueden poco y nada y ni siquiera pueden competir con las ediciones piratas (que valen la tercera parte del precio de tapa). Y cómo pueden competir en cine Lombardi o Chicho Durán con presupuestos de us$ 500.000.-, contra los 30 millones de dólares de promedio de una película clase B norteamericana (siempre que no trabaje Julia Roberts que gana ella sola esa burrada de plata).
Quedan afuera de esa denominación (Industrias Culturales), el Teatro, el Mimo, los Títeres, los Juglares, los Cuentacuentos, los dramaturgos, los técnicos, los vestuaristas, los escenógrafos, los utileros, los Grupos sin sala, las Salas chicas, las medianas y varias de las grandes, ahora convertidas en templos de conversos, sin la poesía del arte y con mucho "verso" religioso.
Quedan afuera los artistas callejeros, los del circo, los payasos, los Clown, los Claun y los Pataklaun. Los directores, actrices y actores (aunque sean los que sean, incluso Congresistas). Y sobre todo queda afuera el público, que no puede elegir, sino sólo digerir lo que le den, muchas veces indigesto. Ojo a eso de "Industrias Culturales": es como si dijésemos "Poética Notarial", o "Matricería Evanescente". Las Industrias Culturales, fueron inventadas por los comerciantes, los grandes productores mundiales, esos que están y dominan la OMC. Son terminología del ALCA, impuesta a la fuerza, en las varias reuniones que ya se están haciendo y las que faltan: ojo con hablar esa lengua, la de los dominadores, pues nos mimetizamos con ellos.
Quedan afuera todos los trabajadores de la Cultura, que pueden ser suplidos rápidamente por secretarias obsecuentes y diligentes. Queremos, antes que Industrias Culturales, Políticas Cul-turales, donde esté bien claro cuál es el rol y cuáles las responsabilidades del Estado, cuáles los presupuestos, los sueldos y atribuciones de los funcionarios, cuáles sus límites y ámbitos. Quién los elige, cómo y cuánto duran. Si cobran impuestos, queremos tener participación en cómo se distribuyen. Los ciudadanos tenemos derechos adquiridos, están expresados en la Constitución: derechos Sociales, Culturales, Humanos. Derechos Civiles.
Si van a firmar por nosotros acuerdos que van durar 50 años, queremos saber qué dicen esos acuerdos.
Queremos, y exigimos, estar sentados en esas reuniones, cuando se hable de Cultura y Edu-cación en cualquiera de sus términos. Y la potestad de voz, voto y veto cuando no lo creamos conveniente, dónde sea.
Por ejemplo la OMC. El ALCA, que es Libre Comercio y no Libre Cultura. ¿Y ya que estamos? ¿Qué es el ALCA? ¿Qué dice? ¿En qué nos beneficia y en qué nos perjudica? ¿Qué dice el ALCA de la diversidad cultural? ¿Alguien puede conseguir un borrador del texto y analizarlo? ¿Qué dijeron los peruanos que han asistido hasta ahora a esas reuniones? ¿Qué dice Merino? ¿Y Silva Ruete? ¿Y Toledo? ¿Y Solari? ¿Y Dagnino? ¿Y Elian Karpp? ¿Y Elvira de la Puente? ¿Qué y a qué obligan esos textos? Ojo que se pone en práctica el 1º de Enero de 2005. Falta muy poco... nada casi, apenas meses. Y lo que firmamos... ¡sonamos! Después no habrá cómo quejarse. Así que mi última sugerencia es...
Sugerencia 3: ¿Puede ir armándose ahí, en Lima, una pequeña comisión para leer los textos del ALCA, del Convenio Multilateral de Inversiones de la OMC sobre el Derecho de Propiedad Intelectual, sobre los derechos de Intercambio Cultural de los países del Pacto Andino, de los del MERCOSUR, de las legislaciones comunes culturales, de las leyes de Radiodifusión, de las leyes de Doblaje para cine y TV?
Sé que hay, allí y acá (en Perú y Argentina) problemas serios e inmediatos, y distintos que resolver. Pero también hay cosas comunes: administraciones nuevas que, aunque menos de lo deseado, parecieran tener oídos para algunos reclamos, funcionarios (y funcionarias) más sensibles que los anteriores. Trabajadores menos ingenuos y más preparados y, sobre todo, más unidos y atentos.
Las palabras de Elvira de la Puente en el Consejo de Ministros, las de Merino, parecieran corroborar esto.
Las indicaciones de Hugo Salazar no nos dejan tragar sapos.
Este puede ser un buen momento para dar algunos pasos seguros.
Ojalá que estas sugerencias sea tomadas con el espíritu con que fueron escritas (que no es exactamente el Espíritu Santo). No pido que nos encomendemos a nadie. Sino que confiemos más, mucho más, en todos nosotros... en todos ustedes. Sobre todo en ustedes.
Gracias por permitirme, aunque desde lejos, ser parte de ello.
Un saludo cariñoso, con mucho respeto y, sobre todo, solidario.
Y gracias, Gian, por mantener esta puertita abierta.
Gracias por tu comprensión y tolerancia.

Gustavo Mac Lennan, actor,
desde un país amigo
y desleal, la Argentina.

La casa de gobierno está vacía...

¿Qué pasa si mañana se van todos de Balcarce 50?
Una idea peregrina de GMcL (23/7/02)


Ese martes por la mañana, la rosada casa amaneció vacía. Sus eventuales ocupantes habían partido silenciosos. Levantaron oficinas, vaciaron escritorios, cerraron biseles, llaves, ceniceros, despidieron a las otras servidumbres –desconociendo que ellos eran también servidores– y se fueron. Simplemente se fueron a sus casas, cansados de los insultos, de la inoperancia propia y ajena, del peso de responsabilidades imposibles de cumplir, de llamadas nunca contestadas, de otras llamadas imposible de contestar, de traiciones familiares, amigos desleales y de haber estado allí, no por la gracia de Dios, sino por desgracia. Los dos bajitos de Lomas de Zamora, eran sólo eso: dos personas pequeñas.
Así que se fueron. El jefe de la casa militar de la rosada casa del eterno desgobierno dio asueto a los granaderos sin granadas, el valet oficial despidió a los ya pocos y mal pagados asistentes, los jardineros se subieron a sus vetustas bicicletas, el municipio levantó las vallas que impedían que vallas más allá de dónde vallas no vas a ninguna parte y, como estuvo prenunciado hace pocos días, las palomas hacía tiempo que se habían alejado de la plaza de la pirámide que esconde a la verdadera pirámide, y que espera que el 8 de octubre de 2006, se desentierre el mensaje a los jóvenes que dejó como legado Perón a la posteridad para que nunca lo olviden.
¿Qué pasa si una mañana nos enteramos que nadie vive ni gobierna en Balcarce 50? Que ya nadie quiere gobernar desde esa dirección ni desde ninguna otra. Que los que hoy se denominan partidos políticos, son apenas escuálidos destacamentos con tan pocos adherentes que no pueden superar a los viejos socios de un club de barrio.
Esta posibilidad, que parece salida de una afiebrada mente –o de un fabulero cuentista–, parece hoy no sólo posible, sino más que probable, necesaria. “Que se vayan todos” es el grito unánime de la popular. Lo escuchamos casi todos lo días en las mesas familiares, en los cafés, en las plazas y en los barrios. Y frente a la rosada casa del desgobierno, hasta hace muy poco: el 9 de Julio “día de la segunda independencia y la refundación”.
— Ché,… no queda nadie en la Rosada —dijo un laburante que pasaba por la Plaza. —Y ahora, ¿qué hacemos? —le respondió una muchacha que cruzaba.
— ¡Qué cagada!, –dijo otro–, irse así, sin avisar… ¿ves que eran unos irresponsables?
— Este país es una joda…, así, cómo vamos a salir de esta crisis —balbuceó una señora que llevaba del brazo a una señora que le daba el brazo que nunca se tuerce.
— Llamemos al Chapulín Colorado…, ése nos va a defender cuando todos se rindan —dijo el chistoso de siempre.
Pero era verdad: en Balcarce 50 no había nadie ni nada. Ni los ecos de viejas historias, de golpes de Estado, de asonadas, de sonadas, de so, ni de nadas. No quedaba nadie. ¿Y ahora?
Algunas cabezas miraron para el edificio que está del otro lado de la famosa avenida de los meses mayos frente a la plaza de ciertos congresos. Pero allí tampoco había nadie. Los están buscando para romperles el alma, el culo o lo que sea, a los más de trescientos diputruchos y cenadores de esta farsa con escena incluida, sin laudo. Allí, en la esquina entre dos ríos –uno de sobornos y el otro muy corrupto– y la vía árida muy rápida de esa avenida que viene y va, que nace siendo calle y que encalla presta, para que sobre la callé que no sirve para’na se convierta en ancha e inútil, hasta que en plaza del caballito negro toma las dos manos (en la lata), ésas que están sucias, demasiado sucias para ser limpiadas y por eso los buscan a todos, les pegan a algunos y no los quieren a ninguno. Decía que miraron al edificio coronado de laureles que nunca supimos conseguir y una cuadriga que parece lanzarse al vacío como metáfora argentina, y se dijeron al unísono: —No…, ahí tampoco queda ya nadie que gobierne. De allí salió éste que se fue, entre gallos y media noche.
Entonces las miradas corrigieron su dirección y apuntaron dos cuadras más allá del Obelisco, en Talcahuano 550. Eran miradas en diagonal norte, oblicuas, torcidas, casi torvas. Miradas de desconfianza hacia el nazareno poco cristiano que, perjuro, se prevaricó, torciendo las pocas tablas tan rotas desde el incidente en el monte Sinaí, donde este ministro que abjuró rasgándose sus vestiduras, prefiere el becerro de oro, el belusio, el boggiano, el fayt, que las buenas leyes que deberían regirnos a los hombres. —No…, ahí tampoco ya queda nadie que gobierne. A ésos los van a cocinar las cacerolas de los acorralados por el corralito con Artaza a la cabeza.
Entonces las miradas se volvieron sobre ellas mismas.
— ¿Y ahora qué?
Ahora llega, tal vez, la ahora de escuchar a los pueblos.
“Que se vayan todos”, quiere decir eso: que se vayan todos los que no sirven, los que no sirvieron ni fueron servidores públicos. Los que se presentaron, fueron elegidos y no cumplieron. Los traidores, los desleales, los negligentes, los delincuentes, los del pan y los de guantes blancos. Los de zapatitos ídem y labia rápida. Los que hablan para no escuchar. Los que no escuchan. Los que meten a sus familiares en los puestos públicos, los que negocian cargos, los punteros, los que reparten subsidios contra votos. Los que contratan ómnibus, los de la listas sábanas, los que siempre dicen que no, que no hay, que no están o que están en reunión, o que mejor vuelva mañana. Todos los funcionarios, sin excepción. Todos los empleados públicos, sin excepciones. Que se disuelvan las policías, todas, sin excepciones. Todas las fuerzas armadas, todas. Que se den por terminadas todas las ONG y todas las Fundaciones. Todos los organismos autónomos, autárquicos, mixtos, públicos y semipúblicos. Todos. Son, unos tres millones de personas. Habrá otros dos millones alrededor de ellos. En total, cinco millones. No importa, Hay treinta y un millones de personas en el país para reemplazarlos. De un saque ocuparíamos a cinco millones de desocupados y los cinco millones de inútiles, serían eso: cinco millones de inútiles que habrá que ver, qué se hace con ellos. De hecho más de 500.000 van a ir presos por delincuentes. Otro millón va a querer irse al extranjero. Otro millón volverá a sus tierras de origen, con el rabo entre la cola y la cabeza gacha de vergüenza. No llegaron a la tierra prometida, ni fueron toro en su corral ni torazo en corral ajeno. Tendrán que rendir cuenta de lo no hecho durante estos años frente a los propios.
En realidad el problema lo tendremos con más o menos dos millones y medio de argentinos corruptos, algo menos del ocho por ciento de los habitantes del país. No estaría mal ponerlos a trabajar en acciones solidarias, o el llamado “probation” –voluntarios de hospitales, barrenderos en tierras fiscales, parques, plazas, líneas ferroviarias, limpieza de transporte público, relleno de baches, cuidado de árboles, atención de animales sueltos en la vía pública y, en un régimen de dos por uno, ponerlos a trabajar en la construcción de salas de salud, aulas nuevas, reconstrucción de talleres, fábricas, galpones, reciclado de lugares para el uso del ocio y paseos de personas de la tercera edad y lugares de juego de niños y adolescentes– y cosas así.
Aquellos que por vergüenza a la exposición pública prefieran el anonimato, pueden ser destinados a la creación y extensión de caminos en las rutas nacionales, de creación y construcción de puentes y pasos para peatones, de riberas para el paseo en lagunas y lagos, del afirmado de dunas y, sobre todo, de la aplicación de los planos y propuestas de Florentino Ameghino para el drenaje de las lluvias y el evitamiento de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. Mientras tanto, pueden ir construyendo sus propios hábitats de reclusión y exclusión, siguiendo los principios de los Tres Asentamientos Humanos propuestos por Le Corbusier, para no sentirse relegados a condiciones precarias.
Habrá que escuchar a los piqueteros, a los pobladores de los asentamientos del conurbano, a los médicos del hospital Malbrán, a las madres de los comedores populares, a las Madres del Plaza de Mayo, a los miembros de las comunidades indígenas, a los de los MTD, a los cartoneros, a las Asambleas Barriales de todo el país, a la Red Solidaria, a los motoqueros, a todos aquellos que nunca fueron escuchados. E ir poco a poco diseñando, con tiempo, sin prisas, un nuevo régimen, una nueva manera de mirarnos y mirar, de escucharnos y escuchar, de hacernos país. Tenemos todo el tiempo necesario. Ya no cabe la pregunta, ¿y mientras tánto? Primero, ser solidarios con aquellos que necesitan ya, enfermos, ancianos, niños, hambrientos, indefensos, no importa la especie, la raza, el color o la edad. Luego ir trazando las líneas para que nadie se quede afuera de nada.
Los argentinos hemos demostrado que sabemos ser solidarios, muy solidarios. Tanto como estúpidos y tolerantes. Pero, desde que no hay nadie en Balcarce 50, eso se terminó. Ahora tenemos la obligación de velar por todos, todo el tiempo. Ya no podemos dudar. Ha pasado algo insólito y debemos poner la cara. Hoy lunes, pasé por la rosada casa del desgobierno y vi que alguien estaba cerrando una ventana del segundo piso.
¿Qué pasa si mañana no queda nadie en Balcarce 50? ¿Qué pasa?


Gustavo Mac Lennan
gusmac@tutopia.com

Ha muerto un ángel

Ha muerto otro de los Santos Inocentes
(GMcL, 15/9/02)

En la sección espectáculos de La Nación del miércoles 11 de septiembre, aparece una nota de Adolfo C. Martínez, titulada “Actor argentino”* dedicada al fallecimiento de Saúl Jarlip. En ella reseña su vida y finaliza diciendo: “que la directora Patricia Martín García, le dio una de sus últimas oportunidades, en su ópera prima en el cine ‘¿Quién está matando a los gorriones?’, a este actor que vivió hasta los 77 años. Carente de recursos, Jarlip vivía en la Casa del Teatro y los memoriosos lo recordarán simplemente como un hombre entrañablemente bueno y un actor que no conoció la suerte del triunfo”.
También nos informa que éste Saúl, nació en 1924 y en Villa Crespo un 28 de diciembre.
El día de los Santos Inocentes. Eso fue Saúl Jarlip: un bueno, un buenazo total.
Tuve el privilegio de conocerlo en 1963 –tenía yo entonces 22 años y él 39–Habíamos inventado las tropelías del grupo Teatro de la Peste, que reunió a más 100 personas –algunos actores y actrices y muchas otras desenfadados culturales: poetas, pintores, escritores, periodistas, bailarines, intelectuales de café, sur realistas (surrealistas del sur), desclasados, descalzados, fugados familiares, tontos útiles, inútiles–, y a Jarlip. Porque Saúl Jarlip formó parte del Grupo Teatro de la Peste y trabajó en uno de sus estrenos “No hay piedad para Hamlet” de Mario Trejo y Alberto Vanasco, premio Municipal 1962, que subió a escena en 1965 en el entonces Teatro del Altillo que regenteaba Abel Sáenz Bhur, –mediocre actor y brillante ajedrecista–, casado con Cristina, hija del juez Verrié y una de las tripulantes de la avioneta que descendió en Malvinas para esos años, en la precursora “Operación Cóndor” que coronó la aventura de desplegar una bandera argentina en la isla ídem, ocupada por los entonces ciudadanos de tercera ingleses.
Todos esos fueron acontecimientos: el aterrizaje clandestino, la obra de Vanasco y Trejo, el Teatro de la Peste, la peste, el teatro, el “Pablito” –muñeco a escala real con la garganta degollada por un profundo tajo–, que hizo con tanto talento el pintor/escultor/gran tomador de vino Pablo Suárez, y que durante el día miraba a los paseantes de la peatonal Florida, entre Tucumán y Viamonte, desde el balcón del primer piso, y que de noche colo-cábamos en la fila 6 al medio dentro de la sala para espanto de los espectadores, y de Jarlip.
El viejo Ludwick, que tanto bregó como iluminador y escenógrafo del Fray Mocho de Ferrigno, el pintor Martínez Howard, los poetas Siccardi y “Poni” Micharvegas, el crítico de teatro Schoó, el director Santángelo, Trafic y Robertino (que inventaran luego el Grupo Lobo), el “Mono” Villegas con su original manera de hacer y tocar música –nos compuso la banda de sonido de la obra en una genial grabación hecha en la antigua Radio del Estado con maestros de la Sinfónica y sobre una variación propia de la “Marcha de San Lorenzo”–, el singular crítico de música de Primera Plana Rodolfo Arizaga, Tomás Eloy Martínez, y hasta ese buen poeta y mejor secretario de redacción que fue Ramiro de Casasbellas, rondaron nuestras aventuras escénicas, y, por supuesto Jarlip.
Saúl, el santo –a diferencia del corrupto–, el bueno, el buenazo de Jarlip, se unió a la trouppe y a sus códigos: tomar por asalto los comederos, entre ellos el Dorá; los cafés como El Moderno, el Floridita y el Florida, las casas de los padres nuestros en busca de utilerías (y churrascos con puré) y todo aquello que no sobraba pero hacía falta; comer sánguches de mortadela durante los ensayos que empezaba después de las funciones (es decir al día siguiente) y terminaban de madrugada (de ese mismo día), pero sin jamás perder esa sonrisa ni la buena voluntad que puso sin contemplaciones.
Muchas veces (muchas, casi todas) fue Jarlip el que se quedó cuidando ropas, bolsos y hasta hijos recién nacidos y serenamente dormidos en butacas, mientras sus padres huían al fresco de la noche, a los kioscos, a dar una vuelta porque si no reviento, o no te aguanto más. Jarlip cumplía estos encargos con entusiasmo y vocación. Estaba allí, allí donde se lo necesitara. Siempre supe que era un santo. Yo, un ateo irreducible “como la pata de una mesa”, me hice amigo de un santo. De una esas criaturas que aparecen sólo en ciertas épocas, sobre todo cuando la humanidad está patas p’arriba y la gente a mil por hora, que están para decirte que la amistad es un valor enorme, que no hay que apurarse, que hay tiempo para todo y que la gente es buena. Yo sé que la gente no es toda buena. Pero Jarlip, sí. Él sabe que la gente es buena, y así andaba este Saúl –muy diferente al corrupto– por la vida. Seguro que por eso decidió nacer un 28 de diciembre.
En junio de 1966, un militar con bigotes a lo “López Murphy”, dio una patada a la lenta democracia y puso a la República en vilo, a los profesores bajo los bastones policiales y cerró el Di Tella. El Grupo de La Peste se desbandó: unos nos fuimos por América; otros por la cornisa, muchos al olvido, como Jarlip. Según cuenta el periodista de la nota en cuestión, –Saúl, el bueno– trabajó bastante en cine: “Escuela de campeones” (1950, Ralph Pappier), “Crisol de hombres” (1952, Arturo Gemmiti), “Ellos nos hicieron así” (1952, Mario Soffici), “Sinfonía de Juventud” (1964, Oscar Carchano), “El gordo Villanueva” (1964, Julio Saraceni) y Favio lo convocó para “Nazareno Cruz y el lobo” (1975).
Cuando regresé en 1969, el país ardía. Una línea divisoria lo había partido en dos. En ambos bandos mucha gente, demasiada. O demasiado poca.
Unos tiraban para atrás, otros para adelante. Todos tiraban.
Y el país se rompió.
Duré hasta 1975, y me fui diez y ocho años. Cuando volví, era Marte. La gente hablaba idiomas extraños. Los parientes estaban enojados por mi regreso. Mis amigos me trataban de Usted. Había en 1993, una fiesta y no había sido invitado. Mostré mi pasaporte y se rieron. Era lógico, estaba vencido y era consular. No servíamos, ambos, para nada. Supongo que en esos años, Jarlip, tampoco. Era el triunfo de los malos, y él era un bueno. Debe haber estado agazapado, usando esa enorme capacidad de actor para disfrazarse y pasar inadvertido. Claro que lo que no pudo jamás hacer, es esconder su sonrisa afable y esa capacidad de seguir siendo un buenazo. Estoy seguro que debe haber ayudado a muchos otros que se quebraron con el empujón de la fiesta inolvidable –e interminable– de los ’90.
Los tumbos del regreso me llevaron a vivir cerca de la Casa del Teatro, la casa de Jarlip. Porque la ayuda era directa: el sólo verlo te acariciaba el alma. Nos encontramos varias veces por el barrio del otro santo, Nicolás de Bari. O en la cafetería de Actores, donde él recalaba con frecuencia.
Estoy convencido que con su sencillez y ese don de gente buena de Saúl Jarlip, ahora que también se fue Lolita Torres, debe estar en la puerta del cielo de los santos para esperarla y decirle: “bienvenida señora…, puedo ayudarla en algo, no se preocupe que aquí nunca va a estar sola”.

A mi amigo Saúl Jarlip, el bueno, con admiración y respeto.

*(Nota en La Nación, miércoles 11 de septiembre de 2002.)
A los 77 años, falleció Saúl Jarlip (Adolfo C. Martínez)
Trabajó con Favio Galettini.
Saúl Jarlip que falleció a los 77 años, fue uno de esos actores que casi siempre interpretaban personajes de reparto, pero que ponían a disposición de ellos su mesura, su compenetración y su amor por el arte.
Había nacido en Buenos Aires, más concretamente en su entrañable barrio de Villa Crespo, el 28 de diciembre de 1924. De muy niño tenía el berretín de emular a Fred Astaire, pero su inicio real hay que sondearlo en el Teatro Infantil Albarden, junto a Juan Carlos Altavista, Julia Sandoval, y otros nombres luego brillantes.
Cuando el director Carlos Borcosque estaba eligiendo a jóvenes debutantes para su film “Cuando en el cielo pasen lista”, Jarlip fue uno de los seleccionados. Y así comenzó su trayectoria profesional, que tuvo que alternar, por razone económicas, con la de marchand ambulante, las de simple vendedor de cuadros o la de gitano de la plástica.

En el Teatro del Pueblo
Incursionó en el escenario –tuvo un destacado papel en la obra “Pelo de zanahoria” de Jules Renard– e integró en algunas ocasiones los elencos del ya legendario Teatro del Pueblo. La vida de Jarlip estuvo signada por cierto aire bohemio trasnochado, por a constante falta de dinero y, fundamentalmente, por su amor a la profesión de actor.
La pantalla grande fue la que le dio más satisfacciones. Para ella trabajó en “Escuela de campeones”, “Crisol de hombres”, “Ellos nos hicieron así”, “Sinfonía de juventud”, “El gordo Villanueva” y hasta fue convocado por Leopoldo Torres Nilsson para “La mafia” y por Leonardo Favio para “Nazareno Cruz y el lobo”.
En los últimos años sus actuaciones se hicieron cada vez más espaciadas. En 1983 integró el elenco de “Se acabó el curro”, de Carlos Galettini, y en 2000 la directora Patricia Marín se acordó de Jarlip y le dio otra oportunidad en su ópera prima “¿Quién está matando a los gorriones?”. Carente de recursos, Jarlip vivía en la Casa del Teatro y los memoriosos lo recordarán simplemente como un hombre entrañablemente bueno y un actor que no conoció la suerte del triunfo.

Obituario de teatro 3

Buenos Aires, martes 22 de agosto de 2000.

(in memorian)
¡Ay, Lola!

Dos palabras. Sólo dos palabras sobre ella. Lola Vilar. Traté de sentirme triste, dolido, compungido como decían las noticias —a veces muy escuetas, demasiado cortas— que aparecieron en los resúmenes de algunos diarios limeños en Internet, la noche del domingo. Y no pude. No por falta de cariño, ni respeto. Sino porque, a pesar del primer golpe que me dejó sin aliento, aturdido en el tiempo y la distancia, para algo muy íntimo dentro de mí, Lola llenó siempre su entorno de alegría.
No soy quien para rendir póstumo homenaje. Apenas fui su compañero de tablas en dos oportunidades, invitado a su programa de televisión un par de veces, y comensal en la mesa de su casa algunas veces. Y de eso quiero hablar. Contarle a quienes puedan leer estas líneas, qué cosas vi, compartí y aprendí de esa mujer de más de un metro ochenta de estatura. Así era Lola, alta, grande, enorme. Pero no sólo con su físico. También con su afecto, con sus opiniones, era generosa. Tuvo una virtud actoral poco común. Nadie pudo, como ella, hacer del “aparte”(esa triquiñuela teatral donde el oficiante le habla al público) una poderosa herramienta de comunicación, que integraba a los espectadores en cada función, provocando complicidades que terminaban en ovaciones. Leí su historial, hecho de apuros y demasiados recortes, donde se omitió esto que fue su muletilla principal, el contacto persona a persona que Lola establecía con cada espectador. Por eso quiero, si se me permite, hacer referencia en sólo dos palabras, cuando Horacio Paredes la convoca al Teatro Montecarlo, a fines de los ’80, para que protagonice “Hello Dolly”. Esta obra de Thorton Wilder es la historia de una madame que regenteó un burdel en sus mocedades, y que a la vuelta de los años regresa al pequeño pueblo de Yonkers a fines del siglo antepasado. Allí traba relación casual con un enamoradizo joven que disputa los amores de una casi niña, hija única del señor del pueblo, pacato, autoritario y mandón. Y decide convertirse en una especie de Celestina; aprovechando su experiencia y antiguas dotes, engatusa al malhumorado padre, y con no cierto encanto y mucha audacia, trama un viaje a la gran ciudad donde será recibida como la reina que alguna vez fue, y llevando al viejo toro a sus terrenos, pica justo, pone banderillas al romance y estoquea por todo lo alto. Faena completa, diría la diva.
La dupla Vilar-Paredes debía competir con otra de muchos títulos y diplomas: Barbra Streisand y Gene Kelly. Para eso, contrataron a un coreógrafo limeño poco conocido en el extranjero, Coco McBride, que tuvo el talento suficiente, y el coraje necesario para hacer bailar y cantar, no solo a Lola, sino a Carlitos Cano, bailar a la cantante Úrsula Bryce al ritmo de profesionales del Municipal, y poner en siete coreografías, dos de ellas como figura central, a la madera andante del que suscribe. Y la impulsora de esto fue Lola desde un principio. Ella estuvo en los casting de selección, dando el visto bueno de cada uno de los más de 300 aspirantes que se presentaron. Ella dio el sí para que yo fuese su partenaire, La Lola, ¡ay, Lola!, llegaba antes que nadie a los ensayos diarios por la tarde temprano, y se iba última, después de varias horas de escenario a toda máquina, junto a chiquillos y chiquillas que podrían ser sus hijos y algunos hasta sus nietos. Y así los trataba ella. Como sus hijos, rigurosa, atenta, marcando los límites y los caminos. Pero llena de ternura como si fueran nietos. Jamás puso diferencias entre ella y los otros. Eran sus pares, sus iguales, sus compañeros. Por eso estuvo junto a ellos cuando hubo reclamos de aumentos de sueldo, y con ellos viajó a Chile en una gira que casi no tocó Santiago, cambiándose sus ropas todos juntos en un mismo camarín del teatrillo del pueblo algunas veces y compartiendo tapers junto al micro cuando no hubo restaurante abierto. Así era Lola. La Vilar, la que su camarín del Montecarlo era el paradero obligado del que llegaba para hacer la función todas las noches. Allí, siempre había algo más que té y galletitas y fotos pegadas en todas las paredes. Había calor. Había familia. Para muchos de nosotros eso era impagable. Porque éramos exiliados algunos, huérfanos otros y también algún escapado. De la soledad, de la discriminación social o racial, de la pobreza, o vaya uno a saber de qué. De algo, ¡siempre hay algo en alguna parte que nos separa! Lola, ¡ay, Lola!, era lo que nos unía. Miraba fijo a los ojos, hablaba fuerte y claro. Sabía cómo decirte cosas agradables al oído o soltarte cuatro verdades. Pero, y por esto la queremos tanto, siempre supo optar. Por la amistad, por la caricia, por el arreglo, por saber escuchar a gente tan distinta y poder estar al nivel de todos. He sido testigo de chicos que le hablaban como a un pata, abstrayéndose de que tenían delante a cincuenta años de experiencia escénica, a una gran actriz que había trabajado con importantes actores de todo el mundo, pisado escenarios inimaginables y guardado, para cuando se debe, los méritos de haber sido designada embajadora oficial de la Cultura por los reyes de España. Así era Lola, ¡ay, Lola!, así es y seguirá siendo para todos lo que pudimos compartir espacios con ella. Y hablo no sólo de gente de teatro, la televisión, el cine o la radio. Sino del público.
Fue el público, su público, el que la siguió de sala en sala, de obra en obra, porque ella le daba lo que querían: reconocimiento. Recuerdo muchas funciones —y sólo con “Dolly” hicimos más de 200— en las que, por ejemplo, detenía la función porque el público, familiar, bullicioso, entraba tarde o haciendo ruido. Entonces Lola se paraba y decía: “Adelante, adelante, vengan aquí que todavía hay lugar, los estábamos esperando a ustedes, sí, a usted señora y ti también. ¿Qué les pasó? ¿No los dejaban entrar...? Ah, ¡ya sé! Qué torpe, perdón pero no había reparado que vienen desde Comas y queda lejos. Pero no se preocupen, que no se van a perder nada. Ahora mismo volvemos a empezar y... ¡listo! Eso sí, nos callamos todos y ¡vamos de vuelta!”. Y el teatro se venía abajo. Luego el silencio era total, salvo para festejar con aplausos otras ocurrencias. Como cuando, aquella vez, en mitad de la obra, vio que un actor principiante vaciló en su parlamento (furcio, diríamos los actores), entonces paró el espectáculo y lo encaró: “...tranquilo, hijo. Ya sé que esto es difícil..., la ropa, el decorado, las luces..., te olvidaste la letra, el público expectante y, para colmo, entro yo... Está bien, relájate... Respira hondo, nada malo te va a pasar, ni a ti ni a tu personaje, calma, tranquilo... somos todos tus amigos... Mira a esa gente bella allí sentada, viéndote a ti, esperando que hagas y digas con presteza, cientos de pares de ojos, de corazones están aguardándote... y ¡zas!, te quedas mudo ...y ahora tiemblas como una hoja..., pero mira esa transpiración... (mirando al público) ¿verdad que ustedes no le van a hacer daño? (todos: ¡Noooooo!) ¿Ves? Ellos te quieren... (al público) ¿verdad que lo quieren y lo van a ayudar? (todos: ¡Síííííííííí!) Bueno..., ¡ale!, empecemos la escena de nuevo, tú vienes de allí y dices... (el principiante dice lo suyo al borde del colapso) ¡No!... pero con ganas, con emoción sincera..., a ver... ¿vamos de nuevo? (El actor pone énfasis, estallan aplausos en la platea. Lola, ¡ay!, Lola) ¡Eso, así se hace... y sigamos adelante...”.
O cuando aquella vez que escuchó murmullos en la sala y dijo a todos: “...parece que al público no le gustó esta escena..., tal vez debiéramos hacerla otra vez o de otra manera”. Y así fue... hubo que hacerla distinto (y el público aprobó el cambio). Sólo ella podía hacer esas cosas. Sólo ella las hizo. Y las hizo siempre. Por eso la gente la seguía. Como sigue a los mejores, a los líderes, a los únicos, a esos que pueden hacer camino al andar, los que marcan rumbos, los grandes en serio. Guste a muchos y a otros no.
Ésa fue la primera vez que trabajé con Lola. La segunda fue en 1992, poco tiempo antes de mi viaje. Aprobado en castidad se llamó la obra del hijo de Ibánez Menta, Ignacio “Chicho” Serrador, que firmó con el seudónimo de Luis Peñafiel. Eran los pininos actorales de Leonardito Torres Vilar. Nos hicimos con Lola promesas de encarar proyectos juntos a mi regreso. ¡Ay, Lola!, todavía no regresé. Te extraño. Todos te extrañamos mucho. Te vamos a extrañar siempre. Los actores, el público, los que compartimos tu mesa en esa casa generosa, donde tu Natalia, tu Leíto y ese compañero de tantos años, Leonardo Torres, supieron tener siempre las puertas abiertas, la sonrisa franca y la mano tendida. Allí donde se tejieron elencos, programas y propuestas, reinó la alegría. Esa misma que nos diste, y que hoy me invade con renovadas fuerzas. Por eso digo que no puedo estar triste. No sé, no me sale. Creo que en mi lugar tu harías lo mismo: “¡Qué es eso!, ale..., que la vida sigue... que los otros quedan y nos necesitan...
¡Vamos, arriba esas caras! La vida..., la vida es... es hermosa como dos palabras”. Lola... Lola Vilar. ¡Ay, Lola!

Gustavo Mac Lennan
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