sábado, 23 de febrero de 2008

La FORA, los gatos y Bernardino Rivadavia

1º de Mayo de 2004
(para 4ª Cobertura, de GMcL)

La FORA , los gatos y Bernardino Rivadavia

Los gatos tienen razón. Son anarcos, muy independientes, viven en bandas, no respetan rejas, monumentos ni celebraciones. Se sientan horas y miran a los peatones de la Plaza Once, con indiferencia. Son negros, grises, marrones, blanquinegros, todos de grande ojos y bigotes. Una notable comedia musical, “Cats” (Gatos), con más de 20 años con localidades agotadas, los representó hasta en su subida al Cielo, eligiendo a las más viejita, excluida y pobre de entre ellos, para elevarse en la mano de Dios.
Aquí, en plaza Miserere, reinan detrás del enrejado que custodia al villano cuyo nombre ondea en la avenida más larga del mundo. Y junto a ese enorme catafalco de duro cemento gris cagado por millones de palomas a través del tiempo, la FORA (La Federación Obrera Regional Argentina), la Organización Obrera anarquista de la Argentina, la más antigua y representativa, hacía su acto en conmemoración del 1º de Mayo, ese día siniestro de la masacre y linchamiento de los cuatro obreros anarquistas de Chicago, en 1886: Albert R. Parsons, Michel Schawb, A. Spies, Adolf Fischer (y Louis Lingg, quien prefirió quitarse la vida él mismo antes de ser asesinado por la autoridad).
Fue el único acto que no estuvo en la lista de los muchos y dispersos que se hicieron este sábado, frío y soleado. Mi compañero Aldo, de Cine Insurgente, me llamó temprano para preguntarme si sabía la hora del encuentro y le dije que no, en ninguna de las muchas páginas virtuales figuraba lo de plaza Once. Calculé que debía ser a eso de las tres de la tarde, hora de los demás actos. Y a las dos y media estaba en la terminal del FFCC Sarmiento, en la plaza de las bailantas cuarteteras, en el vértice sur del ex barrio de los judíos y hoy copado por coreanos, en esa plaza inmensa donde el francés Liniers acampó antes de cercar a los ingleses y derrotarlos dos siglos antes.
Un sábado, después del mediodía, plaza Once, es un mosaico de mendigos, excluidos, desocupados, viajeros, despistados, gatos, putas, caficios, muchachas que trabajan en las casas y que se reúnen para charlar y chismear sobre sus patronas y su mal gusto, transeúntes, madres pobres con sus pobres hijos tratando de poner algo de alegría en los tristes juegos que colgó Ibarra, y una multitud de habladores que, a veces con una Biblia en una mano y un megáfono en la otra, prenuncian un Apocalipsis que ya llegó, y nos arrastra irremediablemente al purgatorio, al infierno (que está ahí muy cerca, junto a las recovas de la primera cuadra de Av. Pueyrredón, en los pozos que hace el inmisericorde jefe de Gobierno para enterrarnos a todos cualquier día de estos).
Busqué afanosamente alguno de los afiches que seguro la FORAS había pegado días antes: efectivamente, el acto era a las 16 hs., así que tuve le tiempo suficiente para recorrer esas dos manzanas de mucho cemento y poco pasto, sentarme en las frías bancas de piedra, y escuchar y hablar con los viejos. Varios de ellos viven en pensiones y geriátricos, otros se escapan de sus casas y van a jugar al ajedrez, los dados, el dominó, o a seguir viviendo. Hablan de sus memorias, de sus mujeres, de las mujeres de los otros, de lo que vengan. Hablan por si sus palabras e historias puedan quedar registradas en algún lado de tanto repetirlas. También le hablan al viento, al frío, al aire, a la desesperación. Pero no se callan nada, hablan todo todo el tiempo. Se toman el pelo (ése que ya no tienen) entre ellos mismos y ríen a boca abierta y sin dientes ni prejuicios. Son jubilados de muchas actividades y copan una parte de la plaza. Las putas de plaza Miserere (Dios las coja en su seno), no están entre las más vistosas, bellas o jóvenes. No. Son putas descuajeringadas. No esperan a los hombres, van en parejas, tomadas del brazo y se pasean por toda la plaza invitando sin discriminación a cualquiera de cualquier especie: hombre, mujer, perro, planta, gato, paloma o poste. Es absolutamente democrático, transversal y socialitario. Para todos, y ya. Todo por cinco pesos (de base).
Los habladores cobran más barato, muchas veces, nada. También están los vendedores ambulantes y algunos artesanos. Pero este 1º de Mayo, los anarquistas y sus cómplices y seguidores (como yo), se habían citado una vez más, como desde hace 103 años para batallar contra el Estado, los partidos, las iglesias, los sindicatos, las elecciones, la religión, la política de los políticos, y todas esas pestes organizativas que corroen el espíritu libertario desde Bakunin para adelante, hoy incluido.
Claro que el acto no empezó a las 16 hs. Desde antes de las tres de la tarde un numeroso público rondaba el monumento a Bernardino. Los gatos, tras las rejas, miraban con recelo; no era la primera vez en cien años que la gente se reunía en plaza Once para algo. Y casi siempre terminaba con gases o palos o corridas que tenían como víctimas finales, a los pobres gatos. Por algo tienen siete vidas, y botas de siete leguas. La FORA, los gatos y Rivadavia saben de este desde hace muchos años. Los corren y recorren por todos lados.
Así que a eso de las tres y veinte, unos muchachones corpulentos de cabeza rapada y abrigos negros, comenzaron a bajar de una camioneta con altavoces, micrófono, mesas y caballetes, banderas negras, palos y esas cosas de los anarquistas. Junto a ellos, varias jovencitas con el ombligo al aire y muy bellas, con rulitos y trenzas de colores, seguro que también bastante anarquistas ellas.
Los anarquistas, más que conocernos nos reconocemos; vestimos raros, o somos muy jóvenes o muy viejos. Los de edad mediana, visten absolutamente de negro, cuero y plata, además de mochilas negras, muy negras como trenzas y anteojos y zapatillas. No es común, en Buenos Aires, ver desplegadas banderas negras sin ninguna otra cosa ni inscripción. Eso me llamó la atención en 1968, en París y también en mayo. Las banderas negras. Como me llamó la atención los grupos de jóvenes con cadenas y pantalones bermudas, cortes punk, remeras y camperas con tachas, casi tribales, acercándose desde los costados del mausoleo de Rivadavia y los gatos, al acto de FORA.
Todos éramos lo mismo. Estábamos para eso, para escuchar a los viejos miembros anarquistas decir cómo el Estado tiene la culpa de todo. Y tienen razón. El Estado éste es una calamidad. Se presta fácil para que lo culpen. Un púlpito y una banderola entre dos árboles hacían la escenografía anarca. En mesas a los costados, los muchachos y las chicas desplegaban diarios, CD, libros y folletos. Elegí seis: “Organización Obrera”, órgano de la FORA-AIT, Nueva Época, foracf@ubbi.com , dice de sí misma: el movimiento obrero de la FORA tiene como principios: La libertad, La acción directa, El Comunismo Anárquico. La FORA es Anti-estatal, Antipolítico, Antidogmática. Recibe publicaciones de RIVISTA A; CENERENTOLA; AUTONOMIA; SEMME ANARCHICO;
FRENTE RENOVADOR FERROVIARIO; SICILIA LIBERTARIA; EN LUCHA; ACCAO DIRECTA; BICEL; COMUNISMO; LA PROTESTA; LE COMBAT SINDICALISTE; TIERRA Y LIBERTAD; DIRECT ACTION; VOLAR LO ESTABLECIDO. También, cinco fascículos: “Los anarquistas, quiénes somos, lo que queremos, nuestra revolución”, de Sebastián Faure (1858-1942); “Sobre el gremialismo, las ideas anarquistas en la organización de los trabajadores”, de autores varios; “El mito del partido, símbolo de la esclavitud moderna”, artículo publicado en la revista ácrata “RUTA” y reeditado por la Sociedad de Resistencia Obreros de Oficios Varios; “Religión y Política” de Mauro Mario; “En tiempo de elecciones” de Enrique Malatesta, que juro voy a leer con cuidado, dedicación y esmero los próximos meses.
Hasta aquí una breve descripción del acto que comenzó pasadas las cinco en punto de la tarde, como diría Lorca en su enorme elegía al torero Ignacio Sánchez Mejía.
Pero en mi recorrida, lo que más me sorprendió, fueron dos colas que se iban formando junto a los anarquistas de la FORA, los gatos y el ataúd rivadaviano. Estaban conformadas una, por hombres y la otra por mujeres. Por un momento pensé lo peor: ¿no serían los oradores anotados para disertar en el acto de la FORA? Eran demasiados y estaban perfectamente alineados: los hombres unos 120, las mujeres 50, algunas con chicos en sus brazos. No. No podían ser oradores. Entonces, ¿qué esperaban en esas dos perfectas formaciones, casi como escolares? ¿Un viaje? ¿Los vendrían a buscar para sacarlos de la plaza, esconderlos de las visitas protocolares oficiales? ¿Acaso un viaje espacial a bordo de platillos tripulados por marcianos? ¿Qué eran esas dos extrañas colas, en medio del frío, esa densa tarde de un 1º de Mayo de 2004, en el acto de la FORA, en la plaza de los gatos y donde está enterrado el autor de la Ley de Enfiteusis, el entregador de los bienes argentinos a la banca inglesa, el unitario que enfrentó a Rosas junto a los “Hombres de Casaca Negra”, don Bernardino Avenida Rivadavia?
De pronto, a las cinco en punto lorquianas de la tarde, desembarcaron en correcta e impecable formación de una camioneta Van, 32 coreanos y coreanas de civil. Parecía un sincronizado golpe de estado. Ellos con el pelo bien cortado; ellas con colas de caballo. Traían un equipo de última generación de sonido, parlantes y varios micrófonos; además cuatro grande mesas circulares de plástico, seis bidones verdes de diez litros cada uno, todos último modelo y recién comprados, más unas cuatro o cinco bolsas de papel muy grandes y cuidadosamente cerradas. ¡Sonamos, dije! Nadie esperaba un desembarco coreano para tomar el país un 1º de Mayo, y menos en plaza Once. Era la jugada perfecta. Lo único que faltaba para espantar al pingüino de la Rosada. Un punch coreano, liderando a los indigentes porteños. Estamos fritos, pensé.
Todos los coreanos y coreanas vestían de gris oscuro. Ésta, iba a ser una revolución fría y gris oscura. Coreana. Mmmmm. No creo que me iba a gustar.
Pero no. Otra vez la realidad superaba a la ficción. No eran coreanos golpistas. Con pocas señas se llevaron a la mitad de los asistentes del acto de la FORA, a los gatos y casi levantan de su largo sueño a Bernardino, para ir del otro lado del monumento gris.
Eran miembros de la Asociación Civil Iglesia Presbiteriana Chuang-Hua (que quiere decir Iglesia Central), y que venían a repartir tres cosas: té caliente, un sándwich y canciones. Lo hacen todos los sábados a las cinco de la tarde (¿ves, Lorca, que no todo está perdido?). Los demás días van otras organizaciones a darles de comer a los mendigos. Al menos eso dicen los coreanos. “Nadie hay como tú, tú lo sabes todo, lo das todo, nadie hay como tú”, cantaban los solistas coreanos, mientras el coro coreano coreaba y hacía mímica con las manos y con todo el cuerpo, invitando a los coleros a que los imiten y repitan las estrofas (ellos que sólo esperaban el té caliente y el sándwich lo más rápido posible). “Brota en mí, brota en mí, tu amor siempre brota en mí”, cantaba el solista acompañado por más de quince coreutas. Y yo repetía para mis adentros… “brota en él, sólo en él…” ¡zaz!, se brotó el coreano. Es más, estamos todos brotados, en este acto surrealista, dadaísta, nadaísta, anarquista, de la FORA, los gatos y el maldito Rivadavia, que vendió las tierras de los pobres a los ricos y al país de los argentinos a los ingleses, allá por los años treinta del siglo diecinueve.
Repartieron números, para que nadie se quede sin su té y su sándwich, rezaron junto a los panes y las bebidas, brindaron sonrisas y promesas de un mundo mejor como en las mejores épocas de los peronistas. Pero no eran peronistas. Eran sólo coreanos y cristianos. Los peronistas, este 1º de Mayo estaban de fiesta. Cantaban a coro la marcha del trabajo que popularizó Hugo del Carril: “Hoy es el día del Trabajo, unidos por el amor de Dios, al pie de la bandera sacrosanta, juremos defenderla con honor”. Fiesta de no sé qué, con una desocupación que abrocha a más de la mitad del país, durante gobiernos peronistas. Pero así es mi país, insólito, sorprendente, anarco.
El sol caía, se desplomaba sobre la tarde y decidí ir a buscar a mis amigos del FODEMA que estaban cubriendo varios de estos actos barriales, fuera del principal en Plaza de Mayo. Cuando bajé del subte en la estación Perú y salí a la avenida, olí los choripanes a más de sesenta metros de distancia, escuché los bombos, los redoblantes, las bombas de estruendo, las banderolas y las palomas de la plaza revoloteando sin saber dónde bajar. Caminé unos metros y un hombre vestido con una toga blanca, al que le colgaban grandes tiras de cartón también de ese color, me interceptó, dándome un pequeño volantito. Lo abrí; decía: “El plan de Dios”. Estaba hecho. Este 1º de Mayo había sido toda una revelación. La anarquía había llegado en su totalidad. Me fui a casa. El día, para mí, había terminado.

Gustavo Mac Lennan
Periodista el FODEMA
Foro de Medios Alternativos
1º de Mayo de 2004
4ª Cobertura

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