jueves, 21 de febrero de 2008

Willy

Willy, de la división desaparecida
(GMcL, 31/3/2006)

Willy era bajo, fuerte y su risa contagiosa sonaba mucho más allá de donde él quería. Jugaba como pilar el rugby en Pucará, ese emblemático club de Burzaco que dio, entre muchos otros, figuras de relieve internacional como el puma Hugo Porta.
Lo conocí en 1955, cuando ingresé en 1º año en el Normal Mixto de Lomas de Zamora. Yo vivía en Lanús y hasta Larroque y Pavón había apenas unos minutos en el Cañuelas. Apenas nos vimos, fuimos patota. Practicábamos el mismo deporte en clubes distintos. Yo en Gimnasia y Esgrima (de Lanús Este), nuestra camiseta era celeste, los pantalones blancos y la medias como la bandera, a bandas celestes y blancas. La de él era bordó, pantalones negros y medias rojas. Él era “forward”; yo “trescuartos”. En varias oportunidades jugamos como rivales de la 4ª división; en otras como del mismo equipo para 3ª borrachas. Fui a Pucará muchas veces, era mi equipo “hincha”; era mi casa (eso quiere decir Pucará). Ahí aprendí el valor del tercer tiempo, ese momento donde los rivales, pasados los minutos reglamentarios del juego, se reúnen en franca camaradería, beben, festejan, comentan y se divierten. Van formando así valores que perduran con el tiempo: el de la amistad, el compartir, el aprender, el servir, el del grupo, el del cuerpo colectivo. Willy era mi amigo, además de mi rival. El 55 fue un año a los saltos. En septiembre fue el golpe de Estado contra Perón; a nosotros nos trajo dos ventajas, nos eximimos con cuatro en vez de siete puntos y se anuló el examen de ingreso a la universidad. Hubo varios días que no hubo clases. En los siguientes años los alumnos participamos en tomas de colegios por la disyuntiva “enseñanza libre” o “enseñanza laica”. Aunque yo ya estaba en otro colegio –el Nacional Rivadavia en la Capital–, seguía jugando rugby y yendo a Burzaco, a mi Pucará de siempre, a encontrarme con Willy, a meter “las patas en el barro”.
El año 1959 no fui a clase. Me dediqué al piano; estudiaba doce horas por día en La Plata. Regresé a Lanús a principios de 1960. Estaba Frondizi como presidente. No encontré donde reinscribirme y empezadas ya las clases fui a parar al despacho del entonces ministro de Educación Atilio Dell’Oro Maini. Con una carta firmada por él volví al Normal de Lomas, el “Antonio Mentruyt”. Entré en la división 5º 1ª. Willy ya había egresado el año anterior, como Amalia Lichstenstein (una auténtica princesa), Raquel Giana y muchos otros. Mis nuevos compañeros me miraron como un bicho raro. Y tenían razón, era un bicho raro: delgado, anteojos negros permanentes, traje cruzado verde a rayas doradas finitas, un libro de Beaudelaire, actor primerizo, pianista consumado, peinado a la gomina fui rechazado de plano por las tres filas compactas de bancos de los hombres y cobijado por la única fila de mujeres. Ahí me senté con la hoy exitosa soprano Adelaida Negri en el primer pupitre junto a María del Carmen Wozcko; a las del segundo: Noemí Buchsbaun (amiga del alma) y la concertista de piano María Cristina Viñas (a quien amé desde el primer día y nos escondíamos bajo los potros de madera del gimnasio para darnos besos y bemoles y becuadros y claves de do y sol); a las del tercer asiento, la guapa Graciela Clementoni y Rosita Doctorovich; las del cuarto, Norma Domínguez y Norma Martínez, las del quinto, las feroces Nilda Beltrán Simó y Nidia Camblor que supieron defenderme varias veces de algunas palizas (aunque no de todas) de mis celosos compañeros en algunos de los baños o en la cancha de fútbol que estaba junto al patio, detrás del mástil.
Pasada la mitad de 1960, y después del viaje a Córdoba que hicimos durante las vacaciones de invierno, comenzó la preparación de la Fiesta de Fin de Curso. Yo estudiaba teatro y fui condenado a representar algunos papeles en la misma. Ensayábamos en la casa de Estela Segura, hoy la comisaría de Lomas de Zamora. Habían preparado varios sketch; en uno de ellos, un grupo de paseantes se encontraban con unas chicas, todos en trajes de época, y comenzaban canciones y bailes. Todo terminaba con una de las parejas (supuestamente elegida al azar) que, enlazados por el talle se daban un beso bajo un paraguas. ¿Quién era el mozo en cuestión? Yo. Esto provocó los celos de varios de mis compañeros varones, quienes juraron (y a veces cumplieron) darme alguna que otra manteada con características de tunda.
Ahí fue donde rescaté la amistad con Willy, quien de motu proprio se ofreció a ser mi guardaespaldas para siempre. Y así fue. Willy era mi sombra. Me acompañó (y, seguramente, me salvó de otra segura paliza, allá en el conurbano sur cuando apenas tenía 19 años. Los años me alejaron de Willy; me mudé al Centro, dejé el piano, al sur, a esos años intensos de cuando éramos tan jóvenes. Después vino el exilio al extranjero y también después de 20 años vino el regreso en 1992. Me fui reencontrando con algunos compañeros del Mentruyt: con Roberto Arribere, con Horacio Grudny, con Tina Echazarreta, Anny Boërr, con la bella Isis Colimedaglia, la deliciosa Bibi Cambre, Alicia Botazzi, Graciela Fernández. Recuerdo la primera cita que me hicieron para vernos después de casi treinta y cinco años, en el mismo hall del colegio, una noche de octubre (yo vivía entonces lejos, en Rosario, y viajé desde allá para poder saludarlos personalmente); fue emocionante volver a pisar esos mosaicos, la escalera, escuchar el timbre, recorrer el pasillo del segundo piso, caminar con el corazón en la boca y la emoción a flor de piel hasta mi división: la segunda del segundo piso. Minutos antes, había comprado unas pastillas en la librería/kiosco de la vereda de enfrente, la misma donde nos juntábamos para diseñar rateadas y diabluras al Zoológico del Centro.
Hoy nos reunimos para evocar algunos recuerdos, comer y reírnos hasta más no poder, de vez en cuando. Pero no quiero hablar de esto, de los que están, de los que puedo ver y tocar. Sino de los ausentes, de aquellos que se llevó la dictadura militar de 1976, Fueron 29 (es posible que todavía sean más); incluso un chico de primaria:


• Evangelina Emilia Carreira (promoción 1957)
• Beatriz Marian Quiroga (1958)
• Guillermo (Willy) Tamburini (1959)
• Eduardo Streger (1962)
• Osvaldo Plaul (1962)
• Máximo Wettengel (1962)
• Juan María Castro (1962)
• José P. Ventura (escuela primaria)
• Miguel a. Butrón (1964)
• Alicia Chihee (1964)
• Alicia D. Cerrota (1966)
• María C. Pósperi (1966)
• Raúl CECI (1967)
• Hugo O. Rizzo (1968)
• Norma I. Cerrota (1968)
• Luján S. Papic (1969)
• Patricia Ronco (1969)
• Silvia Streger (1970)
• Claudia Istueta (1970)
• Julio C. Montoto (1970)
• Mario Geffner (1971)
• Beatriz Le Fur (1971)
• Mabel Fernández Ochipinti (1972)
• Víctor Galuz (1972)
• Leonel E. Zabúllete (1973)
• Margarita Ercole (1976)
• Rubén Gerenschtein (1977)
• Mónica Tressaco (1977)


Eran 29 los chicos (y no tanto) desaparecidos de la “División Perdida” del Normal Mixto de Lomas de Zamora Antonio Mentruyt. Juntos podrían formar una división completa o casi dos equipos de rugby o un equipo de trece mujeres y dieciséis varones.
Dos eran los Streger, Eduardo y Silvia. Eduardo, Osvaldo, Máximo y Juan eran de la misma promoción (1962); también Silvia, Claudia y Julio (1970); Rubén y Mónica fueron los últimos, apenas tenían 18 años. ¿Qué pasó? ¿Por qué se los llevaron? ¿Y a dónde? ¿Por qué están todavía hoy desaparecidos? ¿Qué pasó con Willy Tamburini, mi amigo, mi compañero fiel, mi guardaespaldas, el de la risa fácil y contagiosa, el buen alumno, el pilar de Pucará? “Algo habrán hecho…” Seguro que sí, que hicieron algo y mucho: defender la dignidad, la ética, el saber, la vida, la libertad de opinión y expresión. Todas esas cosas que aprendieron en la escuela, de sus maestros, de sus compañeros, de sus familiares. Amaban la vida, la alegría, el amor, las risas, jugaban en el patio, corrían por las escaleras del querido colegio, se besaban a escondidas bajo las colchonetas y los potros de madera del gimnasio, se empujaban en los interminables recreos del enorme patio, ése que está junto al mástil donde comenzaba la cancha de fútbol (y a veces de rugby), ahí donde Willy contaba qué iba a ser cuando fuera más grande y más libre, soñaba con ser médico e ir a curar niños a los lugares más alejados del país y del mundo; y yo un famoso concertista y encontrarnos en Zurich o en Viena y emborracharnos toda una noche con lo que se emborrachan los vieneses y salir a las cuatro de la mañana a cantarles serenatas a las mozas alemana, todas las hermosas que se nos pusieran por delante, a pesar de sus celosos novios, amantes o esposos. Y seguramente nos acompañarían Evangelina y sus bailes, Beatriz y Osvaldo con sus ocurrencias, Eduardo, Máximo y Juan con sus chistes y poemas, Miguel y Las Alicias tan deliciosas, María, Raúl y Hugo pintando soles y margaritas en las paredes, Norma, Luján y Patricia tocando panderetas y campañillas, Silvia y Claudia saludando a todos con sus grandes sombreros y graciosos ademanes, Julio, Mario, Beatriz, Mabel, Víctor y Leonel brincando como sólo ellos pueden hacerlo en una especie de murga contagiosa, y a Margarita, Rubén y Mónica cerrando la comparsa de esa división sureña, pidiendo disculpas si por tanto ruido no se pueden ir a dormir todavía los serios ciudadanos de la seria burguesía europea.
Algo muy fuerte nos pasó entonces, allá por fines de los 50 y los 60. Y algo muy terrible en los 70. Tanto que hoy, en 2006 seguimos sin entender muy bien cómo grupos de desalmados, todavía hoy impunes, pudieron llevárselos y a la mayoría de ellos, desaparecerlos. Tan fuerte como el acto al que fui este jueves 23 de marzo, por la mañana, en el patio de la Escuela Normal Mixta de Lomas de Zamora, la ENAM, la Mentruyt, donde los más de mil chicos, docentes, egresados y familiares, rindieron homenaje a la “División Perdida”, los 29 desaparecidos y a mi amigo Willy.
Por eso no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
Los queremos con vida a cada uno de ellos.
Los queremos mucho.
Son nuestros compañeros para siempre.

Gustavo Mac Lennan, egresado 1960 de la Escuela Normal Mixta de Lomas de Zamora ENAM Antonio Mentruyt
como Natalia Vinelli, periodista independiente
Cecilia Rovito, periodista de Red Eco
América González, diputada
Víctor de Genaro, secretario general de la CTA
y muchos otros.

gusmac@iplanhome.com.ar

1 comentario:

lacristinaperez dijo...

Willy: Lo conocí éramos amigos, compañeros. Convivimos él, mi marido y yo en el año 68, en Córdoba. Era un poco mayor que nosotros, sabía muchas cosas de entrenamiento físico por llamarlo de alguna manera; todos lo admirábamos. No sé escribir bien, pero quiero contar algunas cosas sobre él: Yo por entonces, tenía dos hijos muy pequeños y Wuily, para un día de la madre, robó de una tienda una plancha para traerme de regalo,cómo me enojé con él, lo menos que le dije fue machista, esa plancha "cayó" en algún allanamiento. En una oportunidad en que mi compañero y yo habíamos salido a instancias de Willy, él se quedó en casa al cuidado de nuestros hijos. Cuando llegamos, la casa era un desastre: ollas,fideos, arroz, harina etc etc, tirado por todas partes y Willy que señalaba cada cosa y decía "Eso fue incontenible" refiriéndose a las andanzas en la alacena de mi hijo mayor por entonces de 16 meses. Willy era muy buenmozo y una noche en que fuimos él y nosotros (los niños a buen resguardo con mi madre)al cine a ver "La batalla de Argel", en los alrededores las prostitutas cordobesas (las chichís) ofrecían sus servicios y regateaban precios; cuando lo vieron a Willy empezaron a gritar "Churro, papito, a vos no te cobramos" lo acosaron de tal manera que Willy se escudó en mi "Vengo con ella, decía". Una mañana me corté el dedo con un vidrio Willy me llevó en la motoneta ¡¡¡A toda velocidad!!! ( al dar una vuelta nos caímos) al hospital de Clínicas donde él y mi marido eran practicantes, ambos estudiaban medicina y llegamos, los dos con magullones y raspaduras y yo además con el corte del dedo ¡Ah! pero él consiguió conocidos en seguida que me cocieron la herida. Porque esta era una cualidad que tenía: Todo el mundo conocía a Willy y era además, muy querido. Era bueno en la convivencia, colaborador,solidario. Se marchó un día a Chile y estando en el exilio, nos enteramos de su caída. Me alegró mucho encontrar esta nota donde se cuentan tántas cosas de él, cosas que yo ignoraba, era una época en la que tratábamos de saber lo menos posible unos de otros y narradas por alguien que lo quiso y lo conocía tan bien. Yo también tuve mucho cariño hacia este compañero, inolvidable Willy.